Cuba se encuentra en medio de una de las crisis energéticas más graves de los últimos años, con un apagón masivo que ha afectado a casi toda la isla desde el viernes, dejando a unos 10 millones de personas sin electricidad. La falta de luz ha desencadenado una serie de problemas colaterales, como la escasez de agua y la pérdida de alimentos, ya que muchas familias no pueden refrigerar sus provisiones.
La interrupción eléctrica se produjo cuando la central más grande del país, Antonio Guiteras, en Matanzas, falló el viernes, causando un colapso general en todo el sistema energético de la isla. A pesar de que se logró restaurar el suministro en algunas áreas el sábado, la mayoría del país, incluida gran parte de La Habana, sigue a oscuras.
El ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, anunció que el servicio eléctrico se restablecería en su mayoría para la noche del lunes, aunque algunas zonas podrían tener que esperar hasta el martes. Mientras tanto, los residentes como Mary Karla, madre de tres hijos, ven cómo sus alimentos se echan a perder en las neveras y recurren a cocinar con leña ante la falta de electricidad.
La situación ha desencadenado protestas en varias regiones, con cacerolazos y bloqueos de calles, mientras la tormenta Oscar, ahora convertida en tormenta tropical, amenaza con agravar los problemas al impactar sobre la ya debilitada infraestructura eléctrica del país.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ha culpado al embargo estadounidense por la crisis, argumentando que impide la llegada de suministros y repuestos necesarios para el mantenimiento de las plantas energéticas. Mientras tanto, las restricciones y los racionamientos de electricidad se han vuelto una constante, con muchas viviendas soportando cortes de hasta ocho horas diarias a lo largo de este año.
Este apagón es considerado el peor desde que el huracán Ian golpeó Cuba en 2022, afectando gravemente las instalaciones eléctricas que tardaron días en ser reparadas.