Aunque popularmente se sabe que intentó conquistar a Yuya o que tiene perlas incrustadas en su miembro viril, el cantante del Cartel de Santa es muy cuidadoso con su vida privada y aunque parece un misterio, próximamente estrenará un proyecto junto a Netflix, contando los controversiales y peligrosos sucesos que lo convirtieron en millonario.

Originario de Santa Catarina, Nuevo León, Eduardo Davalos de Luna, mejor conocido como el Babo, recuerda toda su niñez y juventud en ese barrio, andando en patineta y pasando el rato junto a sus amigos en las esquinas. Ha tenido la fortuna de ver como el lugar en el que ha vivido por más de 44 años se ha convertido en un lugar más seguro, pues antes era muy común la distribución de sustancias ilícitas y las peleas a machetazos entre pandillas a plena luz del día.

Al contrario de lo que muchos piensan, el Babo no solo se forjó en la calle, también fue forjado por padres amorosos y de buenos valores. Comenzó a trabajar desde los 13 años en el negocio de su papá, donde rentaban mesas y sillas para eventos. Cuenta que mientras transportaban las cosas, su padre aprovechaba los viajes en carretera para aconsejarle sobre la vida, y una vez le dijo que: sí el dinero no le alcanzaba para comprarse algo, era porque no se lo merecía. Eso lo marcó tanto que se motivó a sí mismo a siempre trabajar muy duro para merecerse todas las cosas que quería.

Eduardo considera que siempre ha sido una persona creativa, desde muy temprana edad encontró formas para poder expresarse, entre ellas la música y el tatuaje. Aunque su amor por la música siempre fue más grande, sus habilidades para tatuar fueron las que le ayudaron a emprender con su primer negocio, un estudio de tatuajes en el centro de Monterrey, que lo ayudó a aspirar a una mejor vida, y que por azares del destino lo llevaría a comprometerse con la música.

Fue en una fiesta de rap y aguas locas, que el Babo coincidió con su cofundador de banda, el Mono, pero fue hasta que el Babo perdió su estudio de tatuajes, que los caminos del Mono y del Babo volverían a cruzarse en una parada de camión, dando inicio a la banda. En el 2002, hacen su debut con un álbum homónimo que contenía temas como “Perros” y “Todas mueren por mí”, que los posicionaron en el ojo y oídos del público. La música del Cartel de Santa pasó de solo sonar en las fiestas del barrio a sonar nacionalmente. Las cosas comenzaron a ir tan bien que llegaron a tener más de 6 millones de seguidores en MySpace.

Sin embargo, la segunda vida que llevaba el Babo dentro de una pandilla, arruinó todos sus planes futuros y dejó al Cartel de Santa estancado en la incertidumbre por un tiempo. Fue en el 2007, cuando el Babo se vio envuelto en una terrible tragedia que le cambiaría su vida, pues accidentalmente terminó con la de un querido amigo, debido a una riña con otro hombre por problemas de pandillaje y drogas. El babo se entregó a la policía y aunque estuvo a punto de cumplir una condena de 25 a 40 años, pudo pagar una fianza de 130 mil pesos que le concedieron la libertad, tras 9 meses en prisión.

Ya puesto en libertad y con los pies en la tierra, se reintegró al Memo para continuar haciendo música, además de fundar su sello discográfico, Babilonia Records. Y como producto de sus vivencias en la cárcel, nació el álbum Cartel de Santa Vol. 4, donde el Babo interpretó muchas de las canciones que había escrito ahí dentro, entre ellas, una que le dedicó a su difunto amigo.

Se planea que para finales de este año o durante el 2024, netflix estrene un proyecto donde Eduardo Davalos nos cuente la historia completa de lo sucedido, así como todo lo que tuvo que experimentar preso, para que cambiara la forma en la que percibía la vida.

El Cartel de Santa se ha convertido en un referente cultural y en la influencia de muchos jóvenes músicos urbanos en la actualidad. La voz del Babo sigue sonando en la radio y en los celulares de montones de personas de latinoamérica y el mundo. Y pese a todos los escándalos y adversidades que se ha tenido que enfrentar, no ha dejado de esforzarse y trabajar muy duro para seguir honrando los consejos que le daba su papá cuando era niño.