Aunque es imposible predecir con exactitud cuándo ocurrirá el terremoto conocido como el Big One, expertos han calculado estimaciones basadas en los ciclos históricos de actividad sísmica en la Falla de San Andrés.
Esta falla, ubicada en el límite entre las placas tectónicas del Pacífico y Norteamérica, ha sido escenario de grandes terremotos aproximadamente cada 150 años. Actualmente, la región lleva más de un siglo sin un evento sísmico importante, lo que sugiere una posible acumulación de energía.
Algunos investigadores advierten que existe una probabilidad considerable de que el Big One ocurra en los próximos 30 años, según los datos recientes sobre la tensión acumulada en la falla. Este terremoto podría liberar una energía devastadora que afectaría gravemente a California y Baja California.
Las consecuencias no se limitarían a las pérdidas humanas, ya que se espera que afecte la infraestructura crítica, dañando carreteras, puentes, hospitales y plantas de energía. Además, podría desencadenar deslizamientos de tierra, incendios e incluso tsunamis, impactando fuertemente las áreas costeras.
El sismólogo John Vidale, de la Universidad de Washington, ha señalado que, además de la Falla de San Andrés, la zona de subducción de Cascadia, que se extiende desde el norte de California hasta Vancouver, también es un área de alto riesgo. Un terremoto en esta región podría superar el temido Big One en magnitud, alcanzando hasta 9.0 en la escala de Richter, y generando tsunamis que podrían afectar una vasta región.
Vidale recalca que «el terremoto es inevitable, solo es cuestión de tiempo», y su impacto podría extenderse incluso a áreas menos pobladas en el noroeste de Estados Unidos y México, poniendo en alerta a millones de personas.